Damos la bienvenida al año 2018 con uno de los mejores acontecimientos que podríamos desear: el regreso de un ocelote a su hábitat.
Extracto de nota, gentileza de La Gaceta
El ocelote (leopardus pardalis) es el tercer felino predador de mayor tamaño en Argentina. Solitario y de hábitos nocturnos, posee un carácter fuertemente territorial y sólo busca un contacto grupal en épocas reproductivas. Vive de 18 a 20 años en cautiverio y alrededor de 12 en estado silvestre.
Juan Pablo Juliá, doctor en Biología y director de la reserva de Horco Molle, explica: “el ocelote fue diezmado y puesto en una categoría de vulnerabilidad debido a la caza e industria de pieles. Recién hace unos años la especie logró salir del rango de animal amenazado gracias al aumento de su población, pero sigue teniendo problemas por la pérdida de su hábitat y accidentes de tráfico”.
Este ejemplar de ocelote hembra fue encontrado en Potrero de las Tablas por Juan Alfredo Giménez. En octubre pasado, él lo vio al costado de la ruta y decidió recogerlo. Un día, su hija asistió a una visita guiada a la reserva de Horco Molle y le comentó a un guía sobre la situación, mostrándole una foto del animal en cuestión. “En ese momento la reserva se comunicó con la familia. Les explicamos que era un animal silvestre y que no debía estar en casa. Rápidamente accedieron a la entrega y el 27 de noviembre fuimos a Lules para retirarlo del domicilio”, comenta Ortiz.
A partir de ese momento comenzaron un proceso de evaluación del animal. Su liberación, como la de cualquier especie que sufrió un cambio de ambiente, no es una tarea fácil. Involucra un proceso logístico y etapas previas a la concreción. Se realizaron chequeos sanitarios para determinar que el ocelote no tuviera parásitos o enfermedades infecciosas (algo común en animales salvajes que conviven con otros domésticos). Además se realizó una valoración del comportamiento para decidir si estaba en condiciones de volver a su hábitat y sobrevivir allí.
Una vez que los ejemplares llegan a la reserva de Horco Molle se emprende un diagnóstico de situación. Los parámetros de análisis tienen que ver con las condiciones físicas y el comportamiento (como el grado de contacto con el hombre y la capacidad de alimentarse por su cuenta en un ambiente salvaje).
Elena Correa, responsable del área de Veterinaria, cuenta: “generalmente tratamos de no tener contacto directo para que mantenga su comportamiento silvestre”. Es un paso fundamental para las decisiones futuras, ya que un animal capturado podría adoptar conductas que no son las deseables en el hábitat.
El ocelote es un carnívoro oportunista, cuya dieta se basa en pequeños vertebrados como lagartijas, huevos de pájaros, aves y crías de chanchos del monte. No obstante, durante su paso por la casa de los Giménez fue alimentando con pedazos de pollo crudo desmenuzado y carne de vaca. Correa explica cómo estaba el ocelote cuando lo recibieron: “era una hembra adulta, de más de dos años. Estaba excedida de peso, porque la tenían en una jaula muy pequeña y era alimentada todos los días. El animal comía y no hacia ejercicio”.
Afortunadamente, como recalca Hugo Fernández, doctor en Biología y vicedecano de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT, una vez superada la etapa de cuarentena donde se realizan los exámenes veterinarios, se consideró al ocelote apto para ser liberado en la reserva de San Pablo.
La última foto
¿Cómo continúa esta historia? Antes de ser puesto en libertad, se realiza un registro fotográfico del animal. En el caso del ocelote el patrón de manchas del pelaje son como huellas digitales; cada ejemplar tiene marcas distintas, por lo que se puede obtener su identificación personal y realizar un seguimiento. La reserva de San Pablo cuenta con cámaras- trampas, un dispositivo detector de movimiento que -cuando pasa un animal- dispara una serie de fotos. Así puede determinarse, por ejemplo, si vuelve a moverse por ese lugar.
Existen otras herramientas de seguimiento, como sensores digitales, radios y collares, pero en este caso no se cuenta con los recursos. “Realmente ahí podés medir el éxito o fracaso del trabajo que nosotros realizamos con los animales. A veces nuestras especulaciones de acuerdo con la biología no se dan, por eso es bueno tener otro tipo de control que permita saber si el animal logró tener crías, pudo adaptarse y formar grupo”, narra Correa.